Recuerdo que en mis años mozos iba a un colegio de monjas el cual se caracterizaba en etiquetar a los alumnos.
En este colegio antes de que el alumno se encontrara ante la difícil situación de elegir el bachillerato de letras, ciencias o mixto (economía), la tutora que tenía en aquel momento se tomaba la libertad de recomendar a tus padres qué bachillerato debías hacer.
Por aquel entonces el profesor de matemáticas que teníamos se dedicaba a explicar la teoría como buenamente sabía y en caso de que no lo entendieras, te miraba con cara de sorpresa y te volvía a repetir los mismo, de la misma manera y con los mismos medios.
Lo único que consiguió con este método fue que las mates me aburrieran soberanamente y que gracias a este sistema tan cerrado para clasificar el potencial de los alumnos, llegara a la conclusión que era corta (a pesar de que los tests de aptitudes decían que yo era buena en mates) pues nunca conseguía aprobar ni mates ni economía.
A día de hoy, tras haberme enfrentado a una carrera de filología alemana (después de que me dijeran que para iniciarla no hacía falta saber alemán… la madre que los…) y habiendo salido relativamente victoriosa, decidí enfrentarme a nuevos retos (me va el subidón de adrenalina de ponerme al límite) y empecé por leerme el libro de “el código secreto” , en el cual a través de fórmulas matemáticas se demuestra el protagonismo de la medida áurea en la naturaleza.
Mientras leía el libro, motivada por su contenido, fui poniendo en práctica todas las fórmulas que encontraba.
Lo más increíble de todo era que no solo las aprendía rápidamente sino que me animé a mirar mis apuntes de bachillerato (binomios, logaritmos… ) que tantos quebraderos de cabeza me habían dado y por primera vez lo aprendí en un momento.
A día de hoy me estoy enfrentando a un curso de programación de Java a través de Codeacademy sin problemas.
La conclusión que he sacado es la siguiente:
El problema no estaba en el hecho de que me etiquetaron como mala alumna para ciencias sino en el hecho de que fui tan tonta de creérmelo y peor aún, que me centraba en creer que las cosas solo se podían explicar de una manera.
A día de hoy además de haber aprendido esta lección, he solventado otro gran problema que consiste el hecho de buscar la base de nuestros fallos en vez de centrarme en solucionar los resultados, es decir, he aprendido a ser más racional y a centrarme en cuál es el verdadero fallo y sobretodo qué pretendo conseguir.
Veremos cuál será mi próximo reto 😉